Si alguna vez has retrasado una cita con el dentista, o has pospuesto para el próximo mes el propósito de apuntarte al gimnasio, y nunca encuentras el momento de arreglar determinados papeles o arreglar ese grifo que gotea no eres el único. Aplazar los asuntos pendientes, o dejar para mañana lo que podrías hacer hoy, es una costumbre muy humana conocida como procrastinación. Y es muy habitual a pesar de que tiene un costo elevado, ya que los retrasos evitables generan pérdidas de productividad, además de causar estragos emocionales, principalmente mermando la autoestima. Científicos de la Universidad de Constanza (Alemania) han estudiado a fondo la procrastinación y han llegado a la conclusión que las personas se comportan así porque creen que el día de mañana será más adecuado para poner en práctica lo planeado. Y también han demostrado que la tendencia a procrastinar es menor si se plantea la tarea en términos muy concretos y específicos.
Por su parte, Piers Steel, investigador de la Universidad de Calgary,ha desarrollado una fórmula (bautizada como teoría de la motivación temporal, que, según asegura, explica la procrastinación:
U=EV/ID.
U es la Utilidad de la tarea una vez realizada, y su valor es proporcional al producto de las Expectativas (E) por el valor que le concedemos a terminar el trabajo (V), e inversamente proporcional a la inmediatez (I) y a la sensibilidad de cada persona a los retrasos (D). Es decir, que según esta fórmula las tareas que queremos que se lleven a cabo mejor y a las que más importancia otorgamos son las que más frecuentemente demoramos. Más que pereza, dice Steel, lo que hay detrás de la procrastinación es un exceso de perfeccionismo.
¿Se hereda la procrastinación?
Un estudio publicado en la revista Psychological Science sugiere que la tendencia a procrastinar (aplazar las cosas para otro momento) puede estar basada en los genes y ser, por tanto, hereditaria.
El trabajo, llevado a cabo por la Universidad de Colorado (EEUU), se basó en el análisis de 181 pares de gemelos idénticos o monocigóticos y 166 pares de mellizos o gemelos dicigóticos, con objeto de probar su inclinación tanto a la impulsividad como a la procrastinación.
Las conclusiones del estudio aclararon que cuanto más idénticos eran los sujetos (gemelos monocigóticos), más similitud mostraban en su comportamiento y por tanto en estas conductas concretas, dando fuerza a la hipótesis sobre la poderosa influencia de la herencia genética y no tanto en los factores externos.
via:muyinteresante
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